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Escritos de Fausti
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Escritos de Fausti
Mendig@
Sentada en la vereda de mi casa, vi pasar volando golondrinas, vi como se perdían en el horizonte y me dieron ganas de volar hasta ahí. Finalmente lo hice, me sentí libre y feliz, quién no? Es el sueño de todos, o al menos de casi todos. Volé y volé sin cesar hasta que un piedrazo me hizo despertar, pensé que eran mis vecinos, esos chiquillos medio malos, que siempre mataban pajaritos con sus gomeras. No estaba tan equivocada, eran ellos, le estaban tirando piedras a los pájaros y una al caer me toco a mi. Renegué y putié a los dueños de las gomeras, pero de nada me sirvió, ellos me insultaron peor, tal fue el enojo… Que terminaron tirándome piedras a mi, pero está vez ya no sin querer, si no con todas las intenciones, haciendo de cuenta que yo era el blanco se su puntería, de nada me sirvió todo lo que grite.
Me quedé sentada un tiempo más, haciendo caso solo a mis ganas de volar, de salir, de disfrutar…
Pasados varios largos minutos con mis piernas acalambradas ya de tanto estar sentada, empecé a caminar, en un principio lo hice lentamente, medio tambaleando, será de los piedrazos que recibí o de que mis rodillas estaban estáticas segundos antes.
Camine sin rumbo, hasta que llegué a la plaza del pueblo, estaba muy colorida; llena de niños jugando, padres tomando mate, y música por doquier desde las motos de los pendejos, me mataba escuchar a los Wachiturris, ya creo que tanto escucharlos, me alteran las neuronas, puse mis auriculares en mis oídos, y si, si no donde? Mis neuronas volvieron en si al escuchar a Beethoven, qué paz!!! Sentí tanta paz.
Nuevamente me senté, pero está vez ya no en la tierra, si no a orillas de un cantero, algo alto e incómodo, pero otro lugar mejor no encontré.
Cerré los ojos, me deleitaba escuchando mi música preferida, hasta que de pronto alguien me tocó el hombro; era un mendigo, baje el volumen de la música y pregunte ¿qué necesita? El hombre con sus labios azulados y manos temblorosas acercándose a mi cara, dijo: tiene unas monedas? Sin pensarlo, busque en mis bolsillos, y no encontré nada, ni una miserable moneda, bolsillos vacios… como nunca… es que en realidad no pensaba salir más allá de la vereda.
Mientras sacaba una y otra vez mis manos vacias de los bolsillos, miraba como aquel mendigo esperaba ayuda de mi parte… sentí angustia, al ver a ese personaje con sus arapos sucios esperando una moneda… no me salían palabras, no sabia como decirle que no llevaba nada conmigo. Finalmente pude, le dije: discúlpeme buen hombre, no tengo nada encima, lo siento!
El hombre se alejo de mi, diciendo gracias.
Me levanté del cantero, antes que se alejara del todo y le dije: si me acompaña a casa, ahí podre darle comida y algo de dinero, mientras tomé su mano junto a la mía, el hombre sonrió y me dijo: no, no es necesario, gracias… lo que acaba de darme es algo que también lo necesita.
Allí fue cuando finalmente se alejo, yo quedé sosteniendo mis manos y mirando a ese hombre hasta que desapareció de mi vista.
Fue la primera vez que me sentí un mendigo, yo también era mendiga, ese buen hombre me regalo su sonrisa sin nada a cambio… y quizás yo sin saberlo, también lo pedía.
Me quedé sentada un tiempo más, haciendo caso solo a mis ganas de volar, de salir, de disfrutar…
Pasados varios largos minutos con mis piernas acalambradas ya de tanto estar sentada, empecé a caminar, en un principio lo hice lentamente, medio tambaleando, será de los piedrazos que recibí o de que mis rodillas estaban estáticas segundos antes.
Camine sin rumbo, hasta que llegué a la plaza del pueblo, estaba muy colorida; llena de niños jugando, padres tomando mate, y música por doquier desde las motos de los pendejos, me mataba escuchar a los Wachiturris, ya creo que tanto escucharlos, me alteran las neuronas, puse mis auriculares en mis oídos, y si, si no donde? Mis neuronas volvieron en si al escuchar a Beethoven, qué paz!!! Sentí tanta paz.
Nuevamente me senté, pero está vez ya no en la tierra, si no a orillas de un cantero, algo alto e incómodo, pero otro lugar mejor no encontré.
Cerré los ojos, me deleitaba escuchando mi música preferida, hasta que de pronto alguien me tocó el hombro; era un mendigo, baje el volumen de la música y pregunte ¿qué necesita? El hombre con sus labios azulados y manos temblorosas acercándose a mi cara, dijo: tiene unas monedas? Sin pensarlo, busque en mis bolsillos, y no encontré nada, ni una miserable moneda, bolsillos vacios… como nunca… es que en realidad no pensaba salir más allá de la vereda.
Mientras sacaba una y otra vez mis manos vacias de los bolsillos, miraba como aquel mendigo esperaba ayuda de mi parte… sentí angustia, al ver a ese personaje con sus arapos sucios esperando una moneda… no me salían palabras, no sabia como decirle que no llevaba nada conmigo. Finalmente pude, le dije: discúlpeme buen hombre, no tengo nada encima, lo siento!
El hombre se alejo de mi, diciendo gracias.
Me levanté del cantero, antes que se alejara del todo y le dije: si me acompaña a casa, ahí podre darle comida y algo de dinero, mientras tomé su mano junto a la mía, el hombre sonrió y me dijo: no, no es necesario, gracias… lo que acaba de darme es algo que también lo necesita.
Allí fue cuando finalmente se alejo, yo quedé sosteniendo mis manos y mirando a ese hombre hasta que desapareció de mi vista.
Fue la primera vez que me sentí un mendigo, yo también era mendiga, ese buen hombre me regalo su sonrisa sin nada a cambio… y quizás yo sin saberlo, también lo pedía.
Fausti- Zodiaco : Signo chino :
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Fecha de inscripción : 22/06/2012
Localización : Un pequeño rincón del mundo.
Humor : Ácido y Amargo.
Papá, te pagamos!
Todo sucede hace aproximadamente veinte años, en una ciudad llena de habitantes y ruidos, eran tantos los ruidos que ya no podría enumerarlos sí me lo pides. Dos niñas de una familia de bien jugaban, iban al colegio, hacían todo lo que unas pequeñas de 7 y 11 años hacían, pero a pesar de tener todo no eran felices. Les faltaba el estar con su padre, quién tenía un trabajo muy importante en una empresa muy cercana a su casa, pero este trabajo ocupaba mucho tiempo de su vida. Tanto que sólo veía a sus hijas antes de acostarse a dormir, y había veces que las niñas ya estaban dormidas. La hija de 7 años era la dulce y angelical, la de 11 la inteligente y organizada. Ambas extrañaban a su padre. Una noche Azul de 11 (a) pidió a Sara de 7 (a) que no se durmiera, así podían saludar a su padre y hablar con el. La pequeñita se dormía, pero haciendo caso a la mayor se mantuvo despierta a la espera de su padre. Cuando el llegó, Sara le dijo en tono interrogante: papi, cuánto te pagan por día en tú trabajo? El padre sorprendido miro a las niñas y se quedo callado, anda papi contesta dijo Azul. El padre les dijo: no lo se, pero gano muy bien, lo suficiente como para que a ustedes y a mamá no les falte nada. Sara le contesto: eso ya sabemos, ahora dinos cuanto aproximadamente. El padre dijo: 2OOO Pesos. Ambas pequeñas se fueron a dormir con una sonrisa en sus rostros luego del beso de las buenas noches de sus padres. Al otro día, Sara y Azul fueron casa por casa de los tíos, primos, abuelos, padrinos y hasta los vecinos más queridos y tocaron sus puertas. Azul llevaba su carterita de princesas, y ponía su carita de angel mientras su hermana hablaba. Pidieron dinero a todos lo que llamaban a sus puertas. Juntaron 15OO, al llegar a su casa contaron la plata y se durmieron temprano a esperar el nuevo día. Cuando su padre se preparaba para ir al trabajo, ellas llegaron a el con su carterita. Y pidieron 5OO Pesos...porque tenían un motivo muy importante para pedir el dinero (dijeron). El padre les dió. Ahí sacaron los 15OO los pusieron junto a los 5OO y Sara le dijo: papá, hoy te pagamos nosotras, quédate a jugar...mientras Azul le regalaba una sonrisa.
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Muerta
Ayer sus ojos tenían brillo, hoy están muy pálidos'. Ayer sus labios lo tenía tibios, hoy están muy fríos'. Ayer sus manos me acariciaban, hoy sólo están inmóviles'. Ayer sus palabras se hacían oír, hoy está totalmente muda'. Ayer podía pensar en un mañana, hoy sólo se quedo en el presente'. Ayer era todo tan distinto y hoy todo es tinieblas'. El ruido inevitable se convirtió en silencio absoluto. Las palabras se hicieron mudas. Las miradas se cerraron. Las horas se clavaron, los minutos no pasaron, los segundos se quedaron. Las tristezas y alegrías vividas ya están lejos. Los deseos se quebraron. La vida ya no está, y todo dice ausente. Hoy la muerte tocó a su puerta. Sólo habrá vida en las memorias de quiénes nunca olvidan. * Muerte, es algo de mis escritos, Escritos de Fausti; se asemeja a Muerto, (Muerto; publicado en: Forometrópolis, y Palabras Amigas, rincón Español de un amigo; Clemente Puerta).
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Cortitos y al pie
Ojalá pudiera hacer magia... Haría tantas cosas! Haría que el tiempo se detenga en tú sonrisa. Haría que ese domingo gris se convierta en un inmenso arcoiris. Haría que mis lágrimas no caigan por saber que tú te alejas, sí no todo lo contrario, por saber que estamos cerca. Haría que los kilómetros se acorten, estando a un paso de ti. Sí pudiera hacer magia, haría que se detenga el tiempo cuando tus manos acarician mi rostro, y sean caricias eternas a mi alma. Todo eso y mucho más haría sí yo pudiera hacer magia. (escrito on line, pensando mucho en ti mi amor).
Maestras, no desistan
Cuando vayan mal las cosas como a veces suelen ir, cuando ofrezca tú camino sólo cuestas que subir, cuando tengas poco haber pero mucho que pagar, y precises sonreír aún teniendo que llorar, cuando ya el dolor te agobie y no puedas ya sufrir, descansar acaso debes, ¡pero nunca desistir! **** tras las sombras de la duda ya planteadas, ya sombrías, puede bien surgir el triunfo, no el fracaso que temias, y no es dable a tú ignorancia figurarse cuán cercano, pueda estar el bien que anhelas y que juzgas tan lejano. **** Duplica tú lucha, pues, aunque tengas que sufrir, ¡cuando todo este peor, más debemos insistir! ////
Señor Pucho, Señora Birra
Señor Fumador; el humo de su cigarrillo es el residuo de su placer, pero sin mi consentimiento. Usted ensucia mi cabello, mi ropa, el medio en el que todos vivimos, destruye más mis pulmones que los suyos... Resulta que yo tengo un placer, y el residuo de mi placer es la orina, me gusta la cerveza... Pregunta; a usted le gustaría que yo lo meara?
Dèjame!
Déjame buscar el río de tus labios y calmar mi sed de amor... Déjame ser la brisa que acaricie tú cabello... Déjame ser el agua que recorre por tú piel... Déjame ser el aire que se desvanece sobre tú Ser... Déjame ser tú abrigo para que por las noches de invierno, junto a mi pecho y mientras mis brazos te rodeen no sientas frío... Déjame ser el nombre que pronuncie tú boca... Déjame hacerte feliz... Déjame, déjame entrar en tú vida! Te amo! M L, te amo ♥
El silencio
No digas nada, no preguntes nada, cuando quieras hablar quédate mudo, que el silencio sin fin sea tú escudo, y al mismo tiempo tú perfecta espada, no llámes sí la puerta está cerrada, no interrogues sí no la mirada, no llores sí el dolor es muy agudo, no cantes sí el camino es menos rudo. Y verás que una la calma profunda y transparente que poco a poco y silenciosamente inundará a tú pecho de algún modo, allí sentirás el latido enamorado de tú corazón recuperado que te irá diciendo... Todo, todo lo pasado.
La calle...
Quiero caminar contigo, por la calle de la Amistad. Porque quiero ser tú amiga, quiero contigo contar,quiero compartir mi vino, quiero compartir mi pan, quiero tú mano encontrar, quiero a ti poderte besar, los caminos son infinitos y empiezan en cualquier lugar, por eso y mucho más... La Calle de la Amistad. Sí no ubicas la calle de la amistad, aquí te dejo la dirección: queda cerca de la calle pasión, cerquita del corazón, doblando hacia la ternura, más exacto... próxima al número amor.
Maestras, no desistan
Cuando vayan mal las cosas como a veces suelen ir, cuando ofrezca tú camino sólo cuestas que subir, cuando tengas poco haber pero mucho que pagar, y precises sonreír aún teniendo que llorar, cuando ya el dolor te agobie y no puedas ya sufrir, descansar acaso debes, ¡pero nunca desistir! **** tras las sombras de la duda ya planteadas, ya sombrías, puede bien surgir el triunfo, no el fracaso que temias, y no es dable a tú ignorancia figurarse cuán cercano, pueda estar el bien que anhelas y que juzgas tan lejano. **** Duplica tú lucha, pues, aunque tengas que sufrir, ¡cuando todo este peor, más debemos insistir! ////
Señor Pucho, Señora Birra
Señor Fumador; el humo de su cigarrillo es el residuo de su placer, pero sin mi consentimiento. Usted ensucia mi cabello, mi ropa, el medio en el que todos vivimos, destruye más mis pulmones que los suyos... Resulta que yo tengo un placer, y el residuo de mi placer es la orina, me gusta la cerveza... Pregunta; a usted le gustaría que yo lo meara?
Dèjame!
Déjame buscar el río de tus labios y calmar mi sed de amor... Déjame ser la brisa que acaricie tú cabello... Déjame ser el agua que recorre por tú piel... Déjame ser el aire que se desvanece sobre tú Ser... Déjame ser tú abrigo para que por las noches de invierno, junto a mi pecho y mientras mis brazos te rodeen no sientas frío... Déjame ser el nombre que pronuncie tú boca... Déjame hacerte feliz... Déjame, déjame entrar en tú vida! Te amo! M L, te amo ♥
El silencio
No digas nada, no preguntes nada, cuando quieras hablar quédate mudo, que el silencio sin fin sea tú escudo, y al mismo tiempo tú perfecta espada, no llámes sí la puerta está cerrada, no interrogues sí no la mirada, no llores sí el dolor es muy agudo, no cantes sí el camino es menos rudo. Y verás que una la calma profunda y transparente que poco a poco y silenciosamente inundará a tú pecho de algún modo, allí sentirás el latido enamorado de tú corazón recuperado que te irá diciendo... Todo, todo lo pasado.
La calle...
Quiero caminar contigo, por la calle de la Amistad. Porque quiero ser tú amiga, quiero contigo contar,quiero compartir mi vino, quiero compartir mi pan, quiero tú mano encontrar, quiero a ti poderte besar, los caminos son infinitos y empiezan en cualquier lugar, por eso y mucho más... La Calle de la Amistad. Sí no ubicas la calle de la amistad, aquí te dejo la dirección: queda cerca de la calle pasión, cerquita del corazón, doblando hacia la ternura, más exacto... próxima al número amor.
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Pepe un perro especial
Hace mucho tiempo, cuando los sapos bailaban flamenco y los hombres reptaban, en un pueblo alejado de todo y cerca de la nada, más precisamente en un rincón del mundo, vivía una niña pequeña junto a su familia, la casa donde vivía la familia Pérez era hermosa, tenía mucho lujos, era inmensa, pero le faltaba algo que las demás casas tenían: mascotas!
La niña, anhelaba tanto un perrito o gatito con quien jugar. Una tarde, salió a andar por los caminos en busca de algún pajarito o algo que atrajera su atención para salir de la rutina de casa a la escuela y de la escuela a casa. Camino y camino, tan lejos que casi se perdió, cuando ya se hacia la nochecita decidió volver a las corridas, para evitar el enojo de sus padres, unas cuadras antes de su casa, un sonido la detuvo, era un cachorro, lo miro y no dudo ni un segundo en tomarlo, el cachorrito dejo de llorar, la niña lo acariciaba y hablaba, finalmente llego a su casa con el perrito escondido entre sus ropas, lo dejo debajo de su cama, al salir de su habitación, le dijo:
-Cachorrito lindo, tú te llamaras Pepe, ahora debo dejarte, solo te pido que no hagas ruido, yo más tarde traeré comidita para ti.
El animal, miraba fijamente la cara de la niña, parecía que entendía todo lo que escuchaba.
La niña se encontró con sus padres y no les dijo nada sobre su feliz hallazgo, tenía miedo de que se enojaran.
Así pasaron varios días, la niña hacia sus tareas cotidianas, luego por las tardes salía a pasear con Pepe, su amigo.
Una tarde una vecina llamo a la puerta de la familia Pérez, llevaba en sus manos una canasta, con cinco cachorritos para venderlos. Sus padres empezaron a hablar entre ellos:
_Comprar un animal, para qué? Si no nos hace falta, así estamos bien, decía el papá.
_Pero, Ante, necesita un cachorrito con quien jugar, decía la mamá.
La niña, escuchaba y miraba esa escena, detrás de las escaleras, a escondidas y sin saber qué hacer.
Finalmente tomo coraje y salió de su escondite diciendo:
_Mamá, papá, no compren nada, yo tengo un perrito… lo encontré hace unos días al costado del camino. Lo tengo en mi habitación.
La niña sudaba, mientras hablaba. Temiendo lo peor, al terminar su comentario.
Su padre con asombro y enojo, le dijo:
_Ese animal es limpio? Hace caso? Sabe hablar? No mata gallinas?
Eran muchas preguntas, la niña con titubeo contesto:
_Si, si, no y si.
El padre dijo:
_Si no sabe hablar, ya mismo se va de esta casa ese animal!!!
Mientras la madre trataba de calmarlos a ambos, la pequeña desorientada, se fue a su habitación, la cual se convirtió en un mar de lágrimas, hablaba con Pepe, y él la miraba, tanto fue que hablo la niña que el perrito, le dijo:
_Deja de llorar amiguita, este donde este, yo jamás te olvidare!
La pequeña comenzó a llorar de alegría, esta vez… salió corriendo y gritando:
_Papá, mamá… Pepe habla, Pepe me hablo.
Al llegar junto a sus padres, Antonella se desmayo. Mucho fue todo lo que en ese día la pequeña vivió.
Pepe, empezó a lamer su cara, hasta que de pronto sintió una fuerte abrazo, era Ante que lo estaba apretando, dando un gran abrazo de felicidad. Ante sabía que si su perrito hablaba podía quedarse con ella, y así fue.
El matrimonio Pérez, salió todas las tardes a pasear con su hija y con su mascota, el padre presumía de su perro, y la pequeña estaba feliz, de tener a Pepe y sus padres contentos.
Colorín colorado, el cuento de Pepe, el perro que habla se ha terminado.
La niña, anhelaba tanto un perrito o gatito con quien jugar. Una tarde, salió a andar por los caminos en busca de algún pajarito o algo que atrajera su atención para salir de la rutina de casa a la escuela y de la escuela a casa. Camino y camino, tan lejos que casi se perdió, cuando ya se hacia la nochecita decidió volver a las corridas, para evitar el enojo de sus padres, unas cuadras antes de su casa, un sonido la detuvo, era un cachorro, lo miro y no dudo ni un segundo en tomarlo, el cachorrito dejo de llorar, la niña lo acariciaba y hablaba, finalmente llego a su casa con el perrito escondido entre sus ropas, lo dejo debajo de su cama, al salir de su habitación, le dijo:
-Cachorrito lindo, tú te llamaras Pepe, ahora debo dejarte, solo te pido que no hagas ruido, yo más tarde traeré comidita para ti.
El animal, miraba fijamente la cara de la niña, parecía que entendía todo lo que escuchaba.
La niña se encontró con sus padres y no les dijo nada sobre su feliz hallazgo, tenía miedo de que se enojaran.
Así pasaron varios días, la niña hacia sus tareas cotidianas, luego por las tardes salía a pasear con Pepe, su amigo.
Una tarde una vecina llamo a la puerta de la familia Pérez, llevaba en sus manos una canasta, con cinco cachorritos para venderlos. Sus padres empezaron a hablar entre ellos:
_Comprar un animal, para qué? Si no nos hace falta, así estamos bien, decía el papá.
_Pero, Ante, necesita un cachorrito con quien jugar, decía la mamá.
La niña, escuchaba y miraba esa escena, detrás de las escaleras, a escondidas y sin saber qué hacer.
Finalmente tomo coraje y salió de su escondite diciendo:
_Mamá, papá, no compren nada, yo tengo un perrito… lo encontré hace unos días al costado del camino. Lo tengo en mi habitación.
La niña sudaba, mientras hablaba. Temiendo lo peor, al terminar su comentario.
Su padre con asombro y enojo, le dijo:
_Ese animal es limpio? Hace caso? Sabe hablar? No mata gallinas?
Eran muchas preguntas, la niña con titubeo contesto:
_Si, si, no y si.
El padre dijo:
_Si no sabe hablar, ya mismo se va de esta casa ese animal!!!
Mientras la madre trataba de calmarlos a ambos, la pequeña desorientada, se fue a su habitación, la cual se convirtió en un mar de lágrimas, hablaba con Pepe, y él la miraba, tanto fue que hablo la niña que el perrito, le dijo:
_Deja de llorar amiguita, este donde este, yo jamás te olvidare!
La pequeña comenzó a llorar de alegría, esta vez… salió corriendo y gritando:
_Papá, mamá… Pepe habla, Pepe me hablo.
Al llegar junto a sus padres, Antonella se desmayo. Mucho fue todo lo que en ese día la pequeña vivió.
Pepe, empezó a lamer su cara, hasta que de pronto sintió una fuerte abrazo, era Ante que lo estaba apretando, dando un gran abrazo de felicidad. Ante sabía que si su perrito hablaba podía quedarse con ella, y así fue.
El matrimonio Pérez, salió todas las tardes a pasear con su hija y con su mascota, el padre presumía de su perro, y la pequeña estaba feliz, de tener a Pepe y sus padres contentos.
Colorín colorado, el cuento de Pepe, el perro que habla se ha terminado.
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Re: Escritos de Fausti
Los alimentos mágicos
Cecilia era una nena bastante caprichosa. Ese día se le ocurrió que ya no comería. "¿Para qué andar perdiendo el tiempo en tonterías?", se decía saltando a la soga en el jardín, haciéndose la sorda ante los llamados de su madre.
La niña no probó bocado ni en el almuerzo ni en la cena, y sus padres empezaron a preocuparse. Si continuaba así, su cuerpo se debilitaría y podría enfermar, pensaba su madre mientras levantaba los platos llenos de deliciosas comidas: pescado, tomates, lechuga y un vaso de jugo de naranjas.
Esa noche, en la cocina de la casa, la manzana llamó a todos los alimentos y les dijo:
Nosotros aquí reunidos, frutas, verduras, leche, huevos, manteca, sal y azúcar... ¡Debemos ayudar a Cecilia! Propongo convocar al duende Miguel para que haga algo con su magia urgentemente, y que sea... ¡divertido para todos!
En la mañana, muy temprano, Ceci abrió los ojos y al respirar sintió toda la frescura del aire entrando en sus pulmones.
Alguien le susurró: "Soy el Buen Aire. ¿Ves cómo necesitás de mí en cada instante de tu vida? Disfrutame!". Y así diciendo, salió convertido en un tibio soplo.
Al mirar por la ventana, los rayos de luz acariciaban las mejillas de la nena, llenándolas de calor.
Pero lo más sorprendente ocurrió cuando ella entró en la cocina.
La lechera se bamboleaba en una rápida danza con la azucarera.
La jarra de agua cantaba con voz de soprano.
Las frutas marchaban como en un desfile de gimnasia.
Las lentejas se habían organizado para realizar dibujos muy bonitos: flores y mariposas se mostraban, esparcidas sobre la mesa.
Y al abrir la heladera...
Sus cinco sentidos despertaron de golpe:
Los zapallitos rellenos la saludaban con su aroma.
Los blancos huevos fueron saltando uno a uno a sus manos haciendo cabriolas.
La pequeña frutilla se coló dentro de su boca antes de que ella pudiera cerrarla ¡y la crema y el dulce de leche gritaban entusiamados jugando a las escondidas entre las flaneras!
-¡Buen día!- la saludó el papá entrando en el mágico escenario.
Todo volvió a su quietud en la rara mañana.
Cecilia se sentó a desayunar muy impresionada. Untó las tostadas con leche y se bebió una enorme taza de café con leche.
Cada vez que tomaba agua fresca, comía algo o miraba hacia la luz, recordaba y se reía.
¡Para qué había perdido su tiempo en semejante capricho, si todo lo que se llevaba a la boca estaba riquísimo!
¡ Y todavía más a gusto después de haberlos visto tan llenos de vida hacía tan sólo un rato, en su cocina!
-¿ No te dije que ya se le iba a pasar?- le comentó el papá a la mamá.
Y yo, el duende Miguel, satisfecho me marché saltando entre los tarros de las galletitas.
Cecilia era una nena bastante caprichosa. Ese día se le ocurrió que ya no comería. "¿Para qué andar perdiendo el tiempo en tonterías?", se decía saltando a la soga en el jardín, haciéndose la sorda ante los llamados de su madre.
La niña no probó bocado ni en el almuerzo ni en la cena, y sus padres empezaron a preocuparse. Si continuaba así, su cuerpo se debilitaría y podría enfermar, pensaba su madre mientras levantaba los platos llenos de deliciosas comidas: pescado, tomates, lechuga y un vaso de jugo de naranjas.
Esa noche, en la cocina de la casa, la manzana llamó a todos los alimentos y les dijo:
Nosotros aquí reunidos, frutas, verduras, leche, huevos, manteca, sal y azúcar... ¡Debemos ayudar a Cecilia! Propongo convocar al duende Miguel para que haga algo con su magia urgentemente, y que sea... ¡divertido para todos!
En la mañana, muy temprano, Ceci abrió los ojos y al respirar sintió toda la frescura del aire entrando en sus pulmones.
Alguien le susurró: "Soy el Buen Aire. ¿Ves cómo necesitás de mí en cada instante de tu vida? Disfrutame!". Y así diciendo, salió convertido en un tibio soplo.
Al mirar por la ventana, los rayos de luz acariciaban las mejillas de la nena, llenándolas de calor.
Pero lo más sorprendente ocurrió cuando ella entró en la cocina.
La lechera se bamboleaba en una rápida danza con la azucarera.
La jarra de agua cantaba con voz de soprano.
Las frutas marchaban como en un desfile de gimnasia.
Las lentejas se habían organizado para realizar dibujos muy bonitos: flores y mariposas se mostraban, esparcidas sobre la mesa.
Y al abrir la heladera...
Sus cinco sentidos despertaron de golpe:
Los zapallitos rellenos la saludaban con su aroma.
Los blancos huevos fueron saltando uno a uno a sus manos haciendo cabriolas.
La pequeña frutilla se coló dentro de su boca antes de que ella pudiera cerrarla ¡y la crema y el dulce de leche gritaban entusiamados jugando a las escondidas entre las flaneras!
-¡Buen día!- la saludó el papá entrando en el mágico escenario.
Todo volvió a su quietud en la rara mañana.
Cecilia se sentó a desayunar muy impresionada. Untó las tostadas con leche y se bebió una enorme taza de café con leche.
Cada vez que tomaba agua fresca, comía algo o miraba hacia la luz, recordaba y se reía.
¡Para qué había perdido su tiempo en semejante capricho, si todo lo que se llevaba a la boca estaba riquísimo!
¡ Y todavía más a gusto después de haberlos visto tan llenos de vida hacía tan sólo un rato, en su cocina!
-¿ No te dije que ya se le iba a pasar?- le comentó el papá a la mamá.
Y yo, el duende Miguel, satisfecho me marché saltando entre los tarros de las galletitas.
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